martes, 29 de septiembre de 2009

Una elección hedionda: el fin del "concurso" del MUSAC.
"Colorin colorado, este cuento se ha acabado". Así, atado y bien atado, tal y como estaba previsto, el concurso de la fantasmada se ha resuelto. Con una desverguenza monumental, con un comité (si tal nombre no queda aquí absolutamente putrefacto) de amigotes, Agustín Pérez Rubio se encarama a la dirección de CGAC. Leo, en una nota que me mandan sin haberla solicitado, que el concurso se desplegó en español y en inglés. No habría estado de más que hablaran en arameo y escribieran también, por si las moscas, en esperanto. Es realmente lamentable que, amparados bajo el ideario de "las buenas prácticas", hayan perpetrado un tongo hiperbólico. En perfecta lógica o coherencia han declarado que el resultado surge de la decisión de "mantener la línea" del MUSAC. Para eso viaje no hacían falta alforjas. Lo que interesaba es dar aire de legitimidad. En lo que a mi respecta ese procedimiento de llamar solo a coleguitas y a miembros de la comisión asesora no merece otro calificativo que este: despreciable. Supongo que sabremos, tarde o temprano, quienes fueron los incautos que se presentaron a un concurso que estaba amañado. Desde el principio manifesté mi desacuerdo con lo que se había tramado. No tengo ningún interés político ni cultural ni económico ni en Castilla y León ni en el PP de esa comunidad ni, por supuesto, en el MUSAC. Entiendo que eligieran a Rafa Doctor para poner en marcha el tinglado; conozco sus dotes y también creo que estoy al corriente de sus defectos. Tampoco desconozco la trayectoria de Agustín que no tiene, ni de lejos, méritos para dirigir un Museo ni una Casa de Cultura. Ha realizado unas cuantas coordinaciones de exposiciones que comisariaron otros, ha comisariado otras cuantas (algunas de ellas realmente penosas como la que hiciera hace años aluciendo a los "bad boys" o la de los Globos Sondas en el propio MUSAC que, por derecho propio, está inscrita en la antología del disparate) y, sobre todo, carece de credibilidad intelectual. No ha escrito, hasta el momento, un solo texto mínimamente digno, su posición en el arte es de máxima frivolidad, apuesta, desde su más tierna infancia, por la estética glamourosa y los planteamientos snob, en fin, es un defensor acérrimo de todo aquello que a mí me estomaga. Lo malo es que, con su nombramiento dedocrático (camuflado penosamente como "concurso") se da continuidad a un proyecto acrítico y de una superficialidad epatante. Era una ocasión magnífica para cerrar una etapa y conseguir que en Castilla y León pudiera implantarse un modelo cultural riguroso y no por ello acartonado, contemporáneo (evidentemente) sin actuar, en todo momento y ocasión, como si un curador tuviera que ser una fashion victim. Les viene bien a los políticos peperos una institución fiestera y, en el peor de los sentidos, ajena a lo político. Allí siempre puede hacerse pirotecnia, posar como unos "modelnos" y brindar por la "felicidad" idiotizante. No tengo, aunque parezca lo contrario, nada personal contra Agustín (me gustaría pensar que el mundo del arte y la cultura puede ser algo más que compadreos, familiaridades y guiños de complicidad) pero no dejo que, por emplear una expresión cruda y gráfica, me la metan doblada. Querido, sigue en lo que estabas, ponte las mejores galas pero no pretendas que aplaudamos una "decisión" que huele peor que mal.

domingo, 27 de septiembre de 2009

Martin Amis recuerda que el 42% de los norteamericanos piensa que los atentados del 11 de septiembre del 2001 los cometieron los "norteamericanos". También son muchos los que piensan que el desplome de las Torres Gemelas fue provocado por expertos en demoliciones y que la explosión en el Pentágono no concordaba con el impacto que podría haber causado un Boeing 747, sino con un misil de crucero. En otras palabras, Washington se "hirió" a sí mismo. "La primera lealtad de los ilusionistas es con el tedio. "Lo que queremos es sopesar las pruebas", dicen. En otras palabras: lo que quieren es que nos quedemos sentados y quietos y escuchemos toda una epopeya de pedantería vana. Los pelmazos, y los terroristas, confiesan ambos su impotencia. Si la realpolitik es todo humo y espejos y cinismo a la enésima potencia, ¿por qué no abrazar la marginalidad, y excluirse a uno mismo de la política y de lo real?" (Martin Amis: "Teorías de la conspiración, y "Takfir"" en El segundo avión. 11 de Septiembre: 2001-2007).

sábado, 26 de septiembre de 2009


Crónica de una caminata circunstancial.

Isidoro Valcárcel Medina. “Otoño 2009”.
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.


Fernando Castro Flórez.


Podría, para salir aparentemente mejor del paso, adoptar una actitud circunspecta, propia del crítico canónico, y repasar el currículum, dar bibliografía y finalmente salir por peteneras. Pero eso no reflejaría, a fin de cuentas, más que la impotencia y la impostura, carente de sentido cuando aquello que acontece no tiene propiamente “pretensiones”. He declarado, en muchas ocasiones, mi admiración hacia Valcárcel Medina cuya coherencia e intensidad no tienen parangón en el arte español contemporáneo. Desde que le escuchara, hace años, hablar del arte de la conferencia hasta su impresionante intervención en la caja acorazada del antiguo Banco de España, convertido hoy en sede central del Instituto Cervantes, no han dejado de interesarme sus propuestas. Considero que su obra no es, como suele decirse, “secreta” ni su actitud tiene nada que ver con la provocación o con realismo cruel que con tanto facilismo despliegan algunos performers pseudo-radicales. Con puntualidad exquisita, Valcárcel Medina da noticia, en escueta correspondencia, de sus cosas que lo mismo suponen la elaboración de un impresionante archivo que la publicación de un libro que comprende, nada más y nada menos, 2.000 años de historia. Hay, casi siempre, una combinación singular de exceso y contención, de lo descomunal con la voluntad de evitar lo espectacular, que dotan a sus intervenciones del tono de lo memorable. Además no falta la rumorología, esto es, la deriva subjetiva en la que todo termina por adquirir mucha más rareza. Pero, insisto, la intención originaria no es buscar algo así como la sorpresa sino, al contrario, plantear ejemplos que no pueden ser reducidos a moralejas.
Si bien acabo de hacer una concesión “introductoria”, lo que me interesa contar es lo acontecido en un paseo matutino. Una nota de prensa del MNCARS me convocó, como miembro de los llamados “medios de comunicación”, para estar en la presentación del proyecto de Valcárcel Medina en el Reina Sofía. Tal acto se desarrolló en la entrada del edificio de Sabatini junto a una alfombra roja enorme en la que podía leerse “Otoño 2009”. El artista apareció junto al sonriente director de esa institución que declaró, con lucidez, “a la manera de Magritte”: esto no es una rueda de prensa. Después de subrayar que estábamos en presencia de un artista que no recurría a la academizada “critica institucional e institucionalizada” (lo que yo suelo llamar radicalismo subvencionado) y anunciar que, dado que el interfecto no está dispuesto a vender ninguna de sus obras, estaba planteándose incluso robar alguna, cedió la palabra al “protagonista”. Rodeado por varios micrófonos y acosado por preguntas planteadas con tono suave, se desmarcó con monosílabos e incluso hizo gestos de impaciencia. “Lo que quiero es caminar”, dijo sin dar ya cuartel a los sedentarios.
Estoy convencido de que es la primera vez los periodistas y, sobre todo, los sufridos que se encargan de los asuntos de la cultura, son forzados a adoptar la actitud peripatética. Los fotógrafos trotaban con riesgo evidente para sus aparejos, los bolígrafos garabateaban en el aire y las grabadoras no pillaban nada, mientras Valcárcel, como un poseso, doblaba la esquina de la ampliación de Nouvel. Allí pudimos contemplar un inmenso mensaje en el que el autor pedía disculpas por las molestias ocasionadas. Como si nos guiara el mismísimo Forrest Gump cruzamos, sin miedo ni esperanza, los semáforos, enfilamos con entereza la Cuesta de Moyano y de pronto vimos que otra legión de cámaras y micrófonos generaban algún “acontecimiento”. Allí estaba, lo juró, el mismísimo Gallardón que, vestido de traje y corbata, se subía a un mountain bike. No me pude contener y le grité que era la vivita “reencarnación” de Alejandro Valverde. Él, saleroso esencial, replicó primero con el nombre de Alberto Contador y luego, de forma enigmática, apostilló: “hay que ser modestos”.
Con la mosca, literalmente, tras la oreja le pregunté a Isidoro si lo suyo tenía algo de “orteguiano”. Era, no me cabe duda, una salida de tono de una pedantería inverosímil. Con una paciencia casi monacal musitó que por ahí no iban, en principio, los tiros. Justo cuando me había cortado el vacilón para-filosófico divisamos a otro contubernio del que surgía una chica que nos quería impedir el paso. Lo tenía claro: no sabía la determinación “histórica” y contextual que nos guiaba. Como si fuera una clave de la policía secreta dije “Reina Sofía” y mientras unos semblantes empalidecían otros maldecían porque se había frustrado una secuencia más. Resulta que habíamos atravesado rigurosamente y con descaro por la serie “Amor en tiempos revueltos”. Todo era azaroso y, de puro extravagante, parecía “planificado”. Dejamos atrás a los jubilados ajedrecistas para recorrer el perímetro del Palacio de Velázquez, delimitado (dado que está en obras que ya adquieren la proporción de intempestivas) por una valla de color verde en las que, de nuevo, podíamos leer, en bastantes letreros, “Otoño 2009”. Por último, charlando sobre todo aquello que ignoramos que está prohibido, completamos la tourne museal en el Palacio de Cristal que, si nos atenemos a lo que allí vimos, podría estar en trance de ser desmantelado, y, con mayor celeridad, regresamos, como por un dédalo, al punto de partida. El grupo que había sobrevivido al paso ligero de Valcárcel no superaba la veintena pero parecían más que gregarios cómplices.
La sensatez invitaba a tomar unas cañas pero el guía de la circunstancia penetró, implacable, en el Museo donde tenía “aún mucho trabajo”. Efectivamente, su tarea es casi la del agrimensor kafkiano; de entrada ha preparado unos planos de La Colección en los que da las distancias entre las piezas y sus dimensiones. Se trata de un documento de un rigor absoluto y, por su propia naturaleza, inverosímil en una época donde la museística no es otra cosa que mudanzas sin pausa. Lo mejor de todo es que a Valcárcel no le perturba la “inutilidad”, entre otras cosas, porque el sabe a dónde va a parar. O, para ser más preciso, su actitud no pretende levantar sobre cada instinto una institución. Yo sigo tozudamente con mi circunstancia que significa, lisa y llanamente, derredor, circuito o contorno de una cosa. De momento me deje llevar por la vitalidad el paseo, aún me faltan la bajada a las carboneras del Museo, visitar una retrospectiva que dura solo tres días y promete ser un prodigio del abarrotamiento, escuchar las audioguías donde Valcárcel narra la colección desde su punto de vista o ver los trabajos artísticos de los empleados del MNCARS. Todo un horizonte de acontecimientos para el que tendré que ponerme el mono de faena. De lo que estoy seguro es de que el “autor” que pretende ser exculpado por las molestias que ocasiona no es el mismo que con tanta intensidad e inteligencia circunscribe (a pata), cataloga (a su manera) y acota (minuciosamente) lo que pasa (sin pasar) en el imponente espacio que otoñalmente (una estación declinante) le acoge. “El conjunto de lo que nos está afectando y nos está importando –positiva o negativamente- y en afrontar lo cual consiste nuestra vida en cada instante, es lo que el hombre cualquier llama “las circunstancias” o “la circunstancia”. Alguien lo dijo y basta.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

hemos montado otro blog que sirve como "plataforma" de un taller-procesual para AlNorte´09.
Participan en él también Domingo Sánchez Blanco, Maite Centol, Orson Sampedro, Ernesto Castro y yo. Se llama "Contubernio Canibal" http://contuberniocanibal.blogspot.com
Empezamos ayer y ya casi llevamos 20 entradas de toda clase de cosas.
Quien se quiera pasar por allí será bienvenido. En cierta medida es también parte de las actividades "conspiratorias".

domingo, 13 de septiembre de 2009

me informa mi hijo de que ha muerto Juan Antonio Ramírez. Recibo la noticia en Rio de Janeiro. Me que quedado petrificado. Le admiraba. Su claridad como escritor, su capacidad como profesor, su sentido del humor eran, lisa y llanamente, ejemplares. No fuimos amigos íntimos, pero creo que, después de muchos años, de compartir aulas y pasillos e incluso alumnos y comisiones del Tribunal de Estudios Avanzados, llegamos a pillarnos el punto. Estoy convencido de que es uno de los mejores profesores que ha pasado por la UAM; no fui nunca alumno suyo aunque alguna vez le escuché una conferencia, en algún ciclo en el que estábamos invitados. Siempre precisas e incisivas, con imágenes muy bien seleccionadas y sin abusar del auditorio. Tenía que haber aprendido mucho de él. Ahora pienso que estábamos a punto de acercarnos del todo. En el Master del Reina Sofía nos encontramos en franca camaradería. Me gustaba que era capaz de bajar de la cátedra y tomar unas cañas con los alumnos. Tenía un componente mundano que estimo imprescindible para ofrecer hoy algo en el campo de la teoría. No era complaciente ni estaba entragado al "negociete del arte". Se dejaba guiar por la curiosidad. Su campo de estudio iba desde el Templo de Salomón a la fotografía o los medios de comunicación. La Historia del Arte, así con mayúsculas, le debe mucho en España. Espero que se le recuerde con emoción. Yo, desde la distancia, solo puedo decir, de verdad tocado, que ya comienzo a añorar su presencia y que, por encima de todo, pienso en todos los momentos que podíamos haber compartido y que ya no serán más que materia de un diálogo inconcluso. Que su memoria y su lucidez nos anime ahora que la tristeza nos embarga.

sábado, 5 de septiembre de 2009

Dudas des-nortadas
Vivo sin vivir en mí... He seguido, este verano calenturiento, los insultos, difamaciones y demás vómitos en e-norte en torno al concurso para la dirección de CGAC. Ha sido algo realmente lamentable. Justo y patético resultado de una "política de anonimato", esto es, de una voluntad cobarde que es incapaz de dar la cara. Se acusó, desde el principio, a Iñaki Martínez, director de MARCO, de manipular el concurso e incluso se llegó a pedir, en el colmo del delirio, que "dimitiera". A cada nombre propio (escasos) que aparecía se le lapidaba inmediatamente. Yo, lenguaraz genéticamente, me he dejado llevar o, para ser más preciso, he intervenido para evitar que calificaciones como "fascista" sean aplicadas de forma falaz o verdaderamente abyecta. Seguramente tendría que haberme callado pero no soy de los que les gusta ver como un amigo o alguien digno es zarandeado o, directamente, agredido. Lo peor de todo es que en ningún momento aparecían voces capaces de plantear un debate crítico. Cuando estaba todo perdido apareció, menos mal, uno que firmaba "cualquiera" que dijo cosas bastante sensatas. En más de 700 entradas consiguió sintetizarse el mal rollo, el resentimiento y la miseria moral. Una de las cosas más raras fue la repentina tendencia a lanzar elogios desmesurados a Antón Castro, considerado por alguno o algunos como el remedio de todos los males. Se reclamaba su presencia para "xantar", coordinar unas "xornadas" o, lisa y llanamente, "dar caña". En cuanto alguien cuestionaba esa estretegia de marketing directo era descalificado o mandado a tomar por saco. Verbosidad casposa y cajas destempladas. Tanta bazofia verbal ha llevado a los administrados a tirar la toalla y, según parece, el foro quedará en suspenso a partir de las decisiones sobre los concursos del MUSAC y el propio CGAC. Todos aquellos que tomaron e-norte como una especie de "Salsa Rosa" o "Aquí hay tomate" del mundo del arte español pierden una porción de placer morboso. Tendrán que buscar o construir otro vomitorio. Pienso que Bruno y Alfredo han hecho todos los esfuerzos y más para que la cosa no fuera tan penosa y, aunque el diván funcionaba bastante aceptablemente, los "psicóticos" no estaban dispuestos a participar ni de coña en la terapia. Ahora ya es demasiado tarde para las letanías y tampoco es oportuno buscar más culpables que los que enmascararon su desvergüenza. Ojalá el concurso del CGAC, bastante más correcto y serio que el del MUSAC (al que ya he calificado como "montaje"), sirva para mostrar que existe un ejercicio democrático que puede vehicularse a través de lo que se han calificado como "buenas prácticas". Todos aquellos que esperaban al Mesías o lanzaban sus improperios de forma gratuita tendrán, cuando el director elegido tome posesión, de plantearle, con una mínima organización racional, sus quejas, deseos y proyectos. Para aquellos que sigan manifestando patologías sectarias, homófobas o delirantes no existe gran esperanza.