domingo, 13 de diciembre de 2009




Modelización de los acontecimientos.

Thomas Demand. Galería Helga de Alvear y Teatro Lara.
C/ Doctor Fourquet, 12 y Corredera Baja de San Pablo, 15.


Fernando Castro Flórez.


Una de las frases de Botho Strauss que Thomas Demand subraya, literalmente, es: “El orden es un evento improbable y por ello es uno de los modos artísticos de aparecer”. Desde una tienda de fotocopias a un archivo, de una embajada saqueada a una mesa vacía prepara para una conferencia, este artista ha reconstruido lugares en los que se funde lo cotidiano y lo inquietante. Considerado, con toda la razón, uno de los fotógrafos más prestigiosos de la actualidad, ha seleccionado en su muestra en la Neuen Nationalgalerie de Berlín las obras que tienen que ver con Alemania. Ajeno evidentemente a la preocupación dramática por el pasado reciente que es característica, por ejemplo, en la estética de Beuys o en la pintura épica de Kiefer, no por ello renuncia a la Historia o, para ser más preciso, a los relatos que articulan la comunidad. En una larga conversación con Hans Ulrich Obrist advierte que en realidad lo que ha pretendido es hacer una exhibición “tipológica” que retoma el procedimiento de los Becker, aunque vaya más allá de la mera fachada de lo edificado.
Esas impactantes y minuciosas reconstrucciones “escultóricas” que finalmente tienen presencia fotográfica pueden ser entendidas como una Gesamtkunswerk postmoderna. Por medio de los simulacros da cuenta de nuestro precario afán de monumentalización, de la dificultad para pensar los acontecimientos y, sobre todo, de la circunstancia en la que nos encontramos: viendo nuestro propio olvido. Herfried Münkler ha indicado que las pocas imágenes de identificación colectiva que tenemos son tal vez las del Papa y las de la Copa Mundial de Fútbol. Si millones de personas estaban extasiadas contemplando el ataúd vacío de Michael Jackson y muchos consideran que la política comienza en la república independiente de Ikea en o los Colores Unidos de Benetton, resultará sumamente difícil hacerles pensar en otra globalización que aquella que de la Macdonaldización.
Demand tiene claro que cuando necesitamos saber algo tecleamos eso en Google y sale cualquier cosa. Lo que el artista intenta es atravesar la fantasía de la modelización para decir las cosas de otra manera. Para ello ha colaborado con distintos escritores (David Foster Wallace, Dave Eggers, Julia Frank o el citado Strauss) para plantear lo que llama re-narración del mundo. No se trata de una búsqueda abstracta de la verdad sino de un intento de enunciar acontecimientos que no ha vivido de primera mano pero que, alguna medida, le han afectado y forman parte de su individualidad.
Las fotografías que expone en la Galería Helga de Alvear son verdaderamente magistrales. Reproduce un órgano monumental dedicado a la memoria de los héroes de la I Guerra Mundial o una parada de autobús situada en un pueblo cerca de Magdeburgo. Dos evocaciones musicales: el himno “Die alten Kameraden” interpretado a las doce del mediodía desde hace décadas y el emplazamiento donde solían reunirse los hermanos Kaulitz fundadores del grupo Tokio Hotel. Demand aproxima, con un humor finísimo, una comunidad fundada en el sufrimiento y la violencia a otra entregada al “fanatismo” pop. Lo solemne y lo banal tienen destinos paralelos: el órgano descomunal fue recientemente demolido y la parada troceada en pedazos de unos diez centímetros y vendida como souvenir. Detrás de cada una de las imágenes, con todo lo que tienen de críptico y, al mismo tiempo, “decorativo” o pictórico, late lo inquietante. Así sucede ejemplarmente en Fotoecke (2009) donde Demand reconstruye la sala donde se fotografiaba diariamente a los reclusos de la prisión de Gera; vemos una silla vacía, una cámara y una cortina multicolor y lo que está “oculto” tras la pared blanca es un aparato de rayos X que, tal vez, fuera la causa de la cantidad enorme de casos de leucemia que sufrieron personas que pasaron por ahí.
No hay un camino asfaltado directamente desde el Jardín de Bomarzo a la cristalina galería de Mies en Berlín, pero Demand es capaz de componer unas imágenes imponentes que nos obligan a desplazarnos desde el manierismo a la transparente racionalización de lo que pasa. Sus fotografías implican un proceso de lectura, una remisión a una textualidad que está “fuera de campo”. El minucioso trabajo de reconstrucción de esas arquitecturas es, en realidad, una hermeneútica de los acontecimientos. Todo comienza con las noticias o la documentación que sirven de base al dibujo a partir del cual realiza la maqueta y finalmente llega la sedimentación fotográfica. Pero una vez que estamos ante esa presencia de colores difuminados con algo de “ensoñación” necesitamos la clave del cifrado, esto es, la escritura. Todas estas obras aluden al proceso de la rememoración, ya sea a partir de una experiencia mínima como la de la lluvia filmada y proyectada en el Teatro Lara o por medio de alambicadas narraciones convertidas en un espacio de estricto simulacro. En la Neue Galerie Demand ha dispuesto unas cortinas que revelan la estructura del espacio y evocan a Lilly Reich, pero también alegorizan su estética barroca, el seductor modo en que desvela y encripta los acontecimientos: un pliegue de memoria, una teatralización en el borde del olvido.

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